- Para que el corazón (un término que expresa las ilusiones, esperanzas, deseos, etc. del ser humano) sea enteramente de Cristo y vibre con los afanes de Cristo, se necesita vivir con realismo, sin caer en espiritualismos ni angelismos de ningún tipo.
- Ese realismo profundamente humano lleva a asumir con humildad las enseñanzas de la Iglesia, experta en humanidad. La Iglesia es una Madre Sabia que cuenta con una experiencia de siglos, y nos recuerda que todos estamos abocados al pecado, por muy buenos, por muy “justos” que nos creamos.
- Nadie está “preservado” del mal. El hombre no es un ángel, sino una criatura capaz de cometer cualquier pecado, que debe acudir con humildad a Dios para que le conceda gracia y fortaleza a la hora de la tentación.
- Los autores espirituales recuerdan por eso la necesidad de poner la lucha lejos y de guardar el corazón del mismo modo que los que hacen rafting kayak evitan los torbellinos y las corrientes incontroladas; de cortar con decisión con cualquier tentación que aleje de Dios, por muy fiel a su Voluntad que se haya sido durante años.